Por Josué Masís Abarca
Vive debajo de una piedra quien no sepa del relajillo que se armó con la aplicación de las pruebas FARO la semana pasada -a fecha de publicación de este blog-, pero de cualquier manera vamos a hacer un resumen del chiste de mal gusto que hizo el Ministerio de Educación Pública.
El meollo del asunto viene de algunos años atrás cuando decidieron cancelar las pruebas de Bachillerato que se aplicaban en quinto año para poner en su lugar a un ornitorrinco extraño al que le pusieron Pruebas FARO. Desde que se anunció su metodología ya se veía venir el fracaso, un proyecto que no tenía ni pies, ni cabeza.
Las pruebas debían de aplicarse en 2018, pero se toparon con una huelga que incluía al sector educación y surgió aquel grupillo mediocre que se autodenominó MEDSE que se encargó de patalear hasta “desmorecerse” para que no se aplicaran. Ya luego no se aplicaron en 2019 y debía de echarse a andar en 2020, historia que no ocupa ser contada. Con la coyuntura del COVID-19 tuvimos que migrar a otros modelos de educación, se inventaron las famosas GTA para seguir de alguna forma con la educación, aunque no fue la mejor propuesta de todas. Para nadie es un secreto que los niños y jóvenes que conforman la primaria y secundaria aprendieron prácticamente nada con las tales Guías de Trabajo Autónomo, que muchas veces las llenaron por cumplir, que usaron Google para contestar, que las mamás eran quienes respondían los instrumentos y que hubo vivillos que cobraban por hacerlas. ¿Con esa base de aprendizaje vinieron a aplicar FARO en 2021? Ya de todos modos los antecedentes son vulgarmente decepcionantes, y cuando uno espera que no pueda decepcionarse más entonces vienen y superan las expectativas.
Se les ocurre aplicar las pruebas en primaria, aturuzarle a los chiquitos cuatros folletos con preguntas que tenían que contestar en un periodo de cuatro horas… ¿en qué cabeza cabe un examen de cuatro horas en primaria?, ¿qué clase de luminarias con alta experiencia en mediación pedagógica tuvo la descomunal idea? Y el chiste no acaba ahí, sino que gran cantidad de las preguntas iban dirigidas a recopilar información personal y sensible de los estudiantes. Cantidad de cuartos, de personas que viven en la casa, acceso a agua potable, y otra serie de barrabasadas que, cuando se cuestionó al MEP contestó, era para saber “cómo los entornos afectarían las calificaciones”. ¡Qué ridículo!, y aún más ridículo que con el gasto de recursos del Estado, gasto de tiempo de los docentes y desgaste del estudiante, se les ocurrió “que van a desechar las pruebas porque ya no sirven”.
¿Algo más para que el MEP se dedique a la comedia?, sí. Casi que horas después del desastre monumental renuncia el director de Gestión y Evaluación de Calidad del Ministerio de Educación Pública que reconoció no haber supervisado la estructuración de los contenidos a evaluar en FARO, y ya cuando iba a enviar este blog para su publicación me acabo de enterar que renunció la ministra de Educación Pública tras la recolección de datos sensibles.
¡Qué vergüenza!, hasta parece que en el Ministerio de Educación saben de todo menos de educación
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