Por Josué Masís Abarca
El mes pasado les escribí un blog que les contaba las razones por las que un investigador criminal decidió convertirse en profesor de Estudios Sociales, y les prometí que esta vez les iba a contar sobre las aplicaciones de Dirección y Administración de Empresas (DAE) en esta otra faceta. ¿Cómo así?, ¿no le bastó ser egresado en Investigación Criminal, sino que también pasó por Administración de Empresas?
En efecto, y aunque estoy a la mitad de la carrera, en los primeros cuatris que estuve allí, entendí conceptos que perfectamente podés aplicar en el salón de clase e incluso en tus relaciones personales. Voy a centrarme puntualmente en el curso de Administración General II, que fue el que me dejó más ideas.
Una de las temáticas del curso era la de cultura y clima organizacional, y que hablaba básicamente de la forma en que los empleados de una empresa se identificaban con los valores, normas, objetivos e ideas de la misma, además de la motivación interna que se reflejaba en la interacción con el cliente y en la productividad de la empresa. En resumidas cuentas, un empleado bien cuidado y motivado es más productivo… y cuando llegué a los cursos de pedagogía en Estudios Sociales se me prendió el foco… ¿si un empleado motivado es más productivo entonces sucede igual con un estudiante?, y efectivamente, así es.
En la empresa se busca que los trabajadores se abracen de la identidad, que sientan el lugar de trabajo como su casa y a sus compañeros como familia, y es exactamente lo que un docente debe procurar hacer con sus alumnos independientemente de su área o materia. Si su motivación como docente es ir a bretear desde su hora de entrada hasta su salida solo para cobrar un salario y hacer que los estudiantes solo traguen contenidos y los vomite en un examen… hágame favor y jale de ahí y dele campo a alguien con vocación de enseñar.
Recordemos que no todo estudiante viene de un entorno perfecto, puede haber tenido un día de esos feos con f mayúscula, y es ahí donde entra la motivación. Sería chiva ese profe que escuche sus problemas, que de vez en cuando les regale algo, que les despierte esa gana de ir a clases, de sacar buenas notas no para pasar el año o para competir entre compañeros, sino por crear un equipo sólido de trabajo dentro del grupo donde se pueden ayudar entre todos. Que haya objetivos comunes entre todos para mejorar en el curso, que haya horizontalidad en el trato y no una verticalidad donde el profe habla y los demás callan y no cuestionan.
Si hay empresas exitosas como Amazon o Google con culturas y climas organizacionales que le dan pluses más allá de lo laboral a sus empleados, ¿puede haber culturas o climas educativos que fomenten mejores estudiantes y en consecuencia mejores profesionales?
Una vez trabajé para una editorial de material didáctico infantil cuyo público meta eran los kínderes privados y guarderías, y dentro de los estudios científicos que demostraban su eficacia había un lema que se me quedó guardado, y decía que: “no se trata de crear niños genios sino entornos geniales”, y tiene demasiada razón. ¿Qué gano yo si tengo un estudiante brillante si no cuento con los implementos para explotar su potencial y más bien lo desperdicio?, veamos más allá, ¿cuántos estudiantes brillantes no dejaron las aulas por no encontrar su lugar, ser cuadrados al estándar mediocre del sistema, o se toparon con profes de esos que dan ganas de lo que sea menos de aprender y aparte su ambiente de clase era pesado?... carajadillas que Administración de Empresas me enseñó y que espero aplicar en mi aula.
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